“Los jóvenes precisan aprender que en la vida hay que ganarse las cosas”.
Recuerdo la de veces que mis queridos padres me repetían, una y otra vez, la importancia del esfuerzo para poder conseguir todo aquello que me planteara. Con grandes dosis de ternura y paciencia, me explicaban lo fundamental de tener una buena actitud e interés a la hora de trabajar por conseguir mis sueños. Ellos no estudiaron, pero tenían un “máster” en la constancia y el esfuerzo. Les tocó trabajar muy duro para labrarse un futuro mejor, para ellos y para sus hijos. ¡Y lo hicieron! ¡Y vaya si lo hicieron! Y todo con grandes dosis de esfuerzo y valentía.
En la actualidad, nos encontramos en el otro extremo. En una sociedad con poca o nula cultura al esfuerzo, donde parece que todos los objetivos se pueden lograr con el menor trabajo posible y sin ningún traspiés en el camino. A los adolescentes de ahora, les hemos dicho desde pequeños que lo más importante es que se lo pasen bien. Que hay que aprender jugando. ¡Y me parece muy bien! Pero olvidamos de pedirles también, que adiestren a dos músculos tan importantes como los demás: el músculo voluntad y músculo trabajo.
Los jóvenes precisan aprender que, en la vida, hay que ganarse las cosas. Que tener ciertos derechos implica también el desempeño de ciertos deberes. Que los privilegios tienen que ser fruto de esfuerzos realizados. Todos tenemos sueños, pero para convertirlos en realidad se necesita una gran cantidad de dedicación, autodisciplina y por supuesto, esfuerzo. Ese atrevimiento va siempre acompañado de la fuerza de voluntad, motivación, confianza y constancia. Valores, todos ellos educables, que deben de ser enseñados y entrenados para ser aprendidos desde pequeños.
La vida es una larga carrera de obstáculos, un duro deporte que requiere la preparación y entrenamiento de unos valores tan importantes como son: el trabajo, la disciplina y el esfuerzo.
Estimados jóvenes, adolescentes. No se paren. No dejen de soñar, hacer. Sigan en MARCHA, batallando, creando…, y si hay lamento, que lo habrá, después de cada suspiro, busquen siempre una solución, porque la hay.
¡Esfuércense en ser tan buenos que nadie les pueda ignorar!
Muchas gracias.
¡Salud, suerte y hasta la próxima!